Dicen que el tomate es el fruto de la huerta por el que suspira un zaragozano y cualquier paisano de las huertas de Aragón. No sabemos bien porqué, pero posiblemente sea como la Cereza o el melocotón. Un identificador del alma más neta de las provincias de Aragón. Es dificil decidir cuales son los mejores, porque las huertas siempre han sido el receptáculo de los centenares de semillas que han recalado con el paso de las civilizaciones. Es el lugar donde el agricultor se hace artista y donde aun conserva la forma más entrañable de comprender la vida con la naturaleza, de una forma libre. Por eso los árabes la tildaron de Almunia o deseo de tener un trozo del Edén, cerca de tu vida. Y los romanos como Hortum o lugar cercano a la aldea. Sea lo que sea, tomates los vamos encontrando morados, rojos, amarillos, verdes, cebras, de variados tamaños y formas. Sabemos que la Amazonía nos los ha regalado al mundo y que de México vinieron, como el cacao, a España. Pero en Septiembre aprendemos  la explosión de ese tomate local que se torna en sabores deliciosos que nos hacen pensar en que los sucedáneos industriales confeccionados…